Caminando por las calles centrales de Catania, es casi imposible no dejarse llevar por un fascinante taller artesanal. Bienvenido al pequeño y encantador reino de Adriana y Tiziana, madre e hija, unidas por una increíble pasión por la tierra en la que nacieron y crecieron. Nacieron respectivamente en 1977 y 1950, ambas Sicilianas, trabajando juntas en una simbiosis volcánica, formando una pareja explosiva. Gracias al duro trabajo y a su devoción por su oficio siguen mantienendo su sentido de humildad. Unidas por un sentido sano y entretenido de la ironía, su secreto es su amor por Sicilia, por la cultura, la tradición y, naturalmente, por el arte de los Pupi. La cultura milenaria de los carros, una parte importante de la "arquitectura" siciliana, es una fuente de inspiración infinita para ellas. Adriana hizo su primer Pupo siciliano en miniatura hace más de treinta años. Fue su pasión por el arte lo que la llevó a exhibir sus obras en todo el mundo. Con el arte conectado a ella, Tiziana se inspiró en su madre y decidió crear algo nuevo, un objeto artesanal único, transposiciones artísticas de Sicilia. Estudian la historia del arte siciliano día tras día e inventan nuevas formas de contar su historia.
En la puerta de este frigorífico hay ilustrada una batalla entre Sarracenos y Sicilianos, que defienden sus costas, ya que durante décadas los Sarracenos practicaron el saqueo de sus pueblos y ciudades antes de asaltar a la conquista de la isla en el 827 AC, expulsados finalmente por los Normandos en 1091 con la captura de Palermo. Pintadas en uno de los lados encontramos marionetas colgadas, mientras en el otro se ha decorado con un detalle de carro Siciliano celebrando la llegada de Marsala en la Expedición de los Mil liderada por Garibaldi. En la parte superior se encuentra un paisaje con el monte Etna, conocido en el lenguaje local como ''Idda'' (''Ella''), el testimonio del amor y el respeto por el volcán en la cultura popular de Catania.
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